viernes, 15 de marzo de 2013

CON ALDO MORO EN EL CORAZÓN

A 35 años de su secuestro y ejecución




«Aldo Moro había chocado contra los que se oponían a una apertura hacia la izquierda. En 1963 favoreció el primer gobierno de los democristianos con los socialistas»



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Moro muerto. Con estas dos palabras comenzó, recuerdo, la crónica de Clarín de aquel terrible 9 de mayo de 1978, cuando el cadáver del presidente de la Democracia Cristiana fue encontrado en la vía Caetani, en el centro de Roma, a pocos pasos de la sede central de la DC y también del "palazzo" del partido Comunista. Muchos corrimos hacia allí pero no se podía pasar y fue por la televisión que vimos más tarde la parte de atrás de un coche Renault 4 rojo en el que yacía el gran estadista. El crimen había sido consumado por los asesinos de las Brigadas Rojas que decidieron su secuestro, el 16 de marzo.

Varios nombres fueron dados a su asesino material, entre ellos el de Mario Moretti, el jefe del comando que llevó a cabo el secuestro y el asesinato.

Moro, un hombre bondadoso y un profeta desarmado, pasó 55 días de un sufrimiento infinito en manos de los sicarios de las BR, una organización terrorista de extrema izquierda, en un pequeño sucucho dentro de un departamento en vía Montalcini, en cuyo garage fue ametrallado después que mansamente se acostó en la parte de atrás del Renault rojo. El asesino que disparó el arma y quienes lo acompañaban le habían dicho que estaban por liberarlo (Moro sonrió escéptico, contó después uno de ellos) y lo taparon con una manta para no ver el horror que estaban cometiendo.

Aquellos fueron los días más largos y sombríos de la República italiana nacida de las cenizas del fascismo y la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El trauma todavía hoy no ha sido superado, en particular porque el caso Moro sigue emanando misterios nunca aclarados de manos negras que intervinieron en el secuestro y que hicieron de todo para que Moro nunca fuera liberado. Hasta se habló de la mano de la CIA.

El contexto político de aquel crimen no es difícil de sintetizar y explica quiénes querían verlo muerto y por qué. Aldo Moro había chocado contra los que se oponían a una apertura hacia la izquierda. En 1963 favoreció el primer gobierno de los democristianos con los socialistas.

En 1978, Moro lanzó la estrategia de la "no desconfianza", mediante la cual, el gigantesco Partido Comunista italiano conducido por Enrico Berlinguer —quien en 1973 promovió el "compromiso histórico" con el partido católico preocupado por lo que había pasado en el Chile de Salvador Allende— se abstuvo en el parlamento cuando pidió el voto de confianza un gobierno presidido por Giulio Andreotti.

Moro tenía 63 años e iba al Parlamento el 16 de marzo porque allí se iba a dar un paso que resultaría, más adelante, fatal. El PCI de Berlinguer votaba a favor de la confianza a Andreotti. Los cinco policías que lo escoltaban fueron asesinados sin piedad en la vía Fani, cerca de su casa, después que el presidente democristiano había asistido como todos los días a misa en su parroquia.

En plena Guerra Fría, los comunistas no podían ir al gobierno central italiano. EE.UU. estaba dispuesto a usar cualquier medio para evitarlo. La DC debía gobernar, —y lo hizo durante casi medio siglo, hasta 1989, cuando cayó el muro de Berlín— y el PCI estaba condenado a la oposición.

Los extremistas de las Brigadas Rojas creían que el arreglo entre la DC de Aldo Moro y el PCI de Berlinguer debían ser combatidos porque significaban una traición y una entrega.

Las BR secuestraron a Moro y manos misteriosas (fue acusada incluso la logia masónica P2 de Licio Gelli) urdieron muchas conspiraciones que impidieron salvarlo.

Las anécdotas y las maniobras de aquellos 55 días son infinitas. Moro escribió muchas cartas desde su prisión y su martirio. La Democracia Cristiana, el gobierno Andreotti y el partido Comunista de Berlinguer, alzaron la bandera de la intransigencia. "Con los terroristas no se negocia", afirmaron. Tenían razón, en cambio, el jefe socialista de entonces, Bettino Craxi, y el líder histórico democristiano Amintore Fanfani, quienes sostenían: lo más importante es salvar la vida de Moro, y por eso hay que negociar.

Las Brigadas Rojas fueron más tarde derrotadas por el Estado democrático. Sus líderes recibieron largas condenas y los que participaron del secuestro y asesinato de Moro también sufrieron largas prisiones. Todos están ya en libertad. Una pena, pero así funciona la justicia en un Estado de derecho que no condena a nadie para siempre.

El Papa Pablo VI escribió una carta abierta de notable factura intelectual y emocionante sinceridad en favor de su amigo Aldo Moro. "Me dirijo a ustedes, hombres de las Brigadas Rojas y les imploro de rodillas", comenzaba.

Los dirigentes de la banda terrorista parecían disponibles a cambiar la vida y la libertad de Moro por algunos BR presos. Pero al final nada se hizo y Moro fue sacrificado en varios altares al servicio de oscuros intereses. Los criminales de las BR creían ser la vanguardia de la lucha antimperialista. En realidad, trabajaban para hacer felices a los poderes ocultos que creían contrastar. Y martirizaron con una gran crueldad a un hombre bueno e indefenso.